Pepe Moreno, un granadino de 59 años afincado en El Ejido (Almería), atesora una colección de vehículos antiguos compuesta por más de cien piezas, en su gran mayoría coches clásicos y motocicletas, aunque también algunas bicicletas, carros e incluso un camión de bomberos de Nueva York.
Moreno, que empezó su afición hace 35 años, cuenta en su vivienda con una enorme nave en la que expone, a modo de museo, todas sus piezas restauradas, y en el sótano dispone de un gran taller repleto de herramientas y piezas de todo tipo, y de vehículos antiguos que esperan su puesta a punto.
Buena parte de los vehículos que atesora -unos 35 coches restaurados y otros 25 sin restaurar de unas veinticinco marcas diferentes, y medio centenar de motocicletas- fueron adquiridos en malas condiciones de conservación y restaurados pacientemente por él mismo durante los años.
«Este tipo de coleccionismo exige paciencia y dedicación», sobre todo porque lleva mucho tiempo encontrar determinadas piezas que resultan imprescindibles para completar una buena restauración, ha explicado a Efe en su museo particular.
También resulta «caro», reconoce Moreno, quien dice haber hecho muchos sacrificios personales para adquirir «poquito a poco» todas sus piezas, pero no duda en afirmar que disfruta más «coleccionando que comiendo».
Moreno ha estado relacionado con el mundo de los coches casi toda la vida, al haber tenido durante 27 años un taller de chapa y pintura, y la afición por el coleccionismo le viene «de siempre».
Adquirió hace 35 años su primer vehículo antiguo, un Adler Trumpf Junior de 1932 que estaba «totalmente destrozado» y que tardó en restaurar cerca de cinco años.
Según recuerda, las dificultades en aquella época eran mayores porque no había tantos círculos de aficionados, ni existía la ayuda de Internet o de las revistas especializadas.
Muchas de sus adquisiciones son fruto de largos viajes por España y parte del extranjero, incluidos los Estados Unidos, Alemania, Inglaterra o Francia.
Entre sus numerosas joyas exhibe con especial orgullo un Hupmobile de 1913, un Willys Knight de 1927, un Morris Cowley de 1923, un Studebaker de 1920, y un camión del parque de bomberos de Nueva York de 1915, que adquirió hace cuatro años en una subasta celebrada en la ciudad estadounidense.
También llaman la atención un deportivo Buick descapotable de 1920 en perfectas condiciones de uso, que «alcanza sin ningún esfuerzo los 120 kilómetros por hora», un coche de la policía de Los Ángeles (Estados Unidos) de 1940, y un Franklin de 1928.
El «veterano» de su colección es un Renault de 1902, mientras que algunos de los modelos más modernos son un enorme Cadillac descapotable y un Ford Capri de principios de la década de los 70.
En su taller, Moreno acumula un gran número de vehículos clásicos pendientes de restaurar, junto a cajas llenas de piezas de repuesto de todo tipo que compra aunque no las necesite en principio.
«En cualquier momento pueden venir bien para la restauración de una nueva adquisición», o como «moneda de cambio» en las muchas ferias de coleccionismo a las que suele acudir, explica.
Entre el medio centenar de motocicletas destacan una BMW Guerra con sidecar, fabricada para la Segunda Guerra Mundial; una Soriano de 1945 o una Viva Sport, además de algunas rarezas de origen lituano, ruso o checoslovaco.
Moreno también colecciona otro tipo de vehículos antiguos, como carros, bicicletas, pequeños coches de carreras para niños o carritos para bebé.
En este apartado destaca un triciclo de la marca francesa Clemont de 1891 o un carruaje de caballos, «de los que llevaban los señoritos antes de que hubiera coches», y que consiguió en un cortijo de la campiña de Granada.
Pero la afición de Moreno por lo antiguo no se limita al mundo del vehículo clásico sobre ruedas.
Entre sus muchos pequeños tesoros hay una máquina para fabricar caramelos en forma de gajo y otra para hacer zumo de uva, ambas de hace unos 200 años; un cañón de barco de 1820; una prensa de vino de 1921 y una bomba para sacar agua de los pozos de 1910.